Convincentes y estimulantes, las fantásticas interpretaciones de la naturaleza de José Ganfornina son extrañamente bellas. Las obras muestran una técnica deslumbrante, un impresionante color y una exquisita atención al detalle que hipnotizan al observador: los estados de ánimo de la naturaleza son interpretados con una provocativa mezcla de surrealismo y romanticismo fundidos en la observación y el cuestionamiento ecológico.
El artista compromete tanto nuestra mirada como nuestro pensamiento, golpeándonos con imágenes inesperadas. En muchas pinturas nos sentimos transportados a un universo misterioso. Atravesando el cristal visible de la realidad cotidiana, nos encontramos a nosotros mismos en un mundo de sueños, teatro, fábula y comentario social. El paisaje mantiene un alto grado de mimesis, si bien se trata de una verosimilitud inestable que cede paso a visiones inauditas.
En una de las obras, Ganfornina presenta una vista de esplendor sublime y utópico, con magníficos árboles y cascadas. En otra, la naturaleza interpreta camaleónicas transformaciones, como una tortuga emergiendo de la madera deteriorada. Otras imágenes presagian caos y destrucción con árboles desarraigados por incendios furiosos y luminiscentes.
Las pinturas de José Ganfornina celebran todos los aspectos del ciclo de la vida con profundo conocimiento. La forma floral se yuxtapone a lo telúrico. Dualidad siempre presente en los ciclos misteriosos y místicos de la muerte y la regeneración. Ganfornina crea estas convincentes imágenes desequilibrándonos ligeramente. La capa visual del mundo tal y como lo conocemos se desprende, y escapamos hacia regiones ignotas. Los paisajes obedecen a una nueva lógica y abren un vasto campo de posibilidades.
Ganfornina nos invita a entrar en el mundo para observar, reflexionar y meditar. Una vez dentro, el artista dirige nuestra mirada y, entonces, hipnotizados, nos invita a un paseo por la composición. Exploramos pues, un mundo de maravilla y asombro, un mundo donde forma, color, tamaño y luz obedecen a nuevas reglas. Su mundo alternativamente sugiere meditación reposada o activo cuestionamiento intelectual. [...] El artista seduce la mirada del espectador, quiebra sus expectativas visuales y, así, estimula su pensamiento.
Estas pinturas visionarias beben de muchas fuentes. Ganfornina combina intuición con una naturaleza inquisitiva y curiosa. Habiendo realizado estudios de Historia del Arte en la Universidad de Madrid los dejó para dedicarse de lleno a la pintura. Básicamente autodidacta, el artista lee, estudia a los maestros en diferentes museos, especialmente el Prado, y considera la "observación y estudio de la naturaleza mi principal maestra". [...].
Sus estudios de ciencias naturales, mitología clásica y filosofía oriental han sido su mayor influencia. Ganfornina conoce bien el surrealismo y el simbolismo, así como los románticos centroeuropeos y la escuela de paisaje del río Hudson. Reconociendo su deuda con muchos artistas que han sido instrumento de la inspiración de su trabajo: él cita, entre otros, a Bosch, Botticelli, Moreau, Dalí, Redon, Durero, Friedrich, Gaudí y Cole.
El contacto íntimo con la naturaleza no es óbice para que el entorno cultural en su totalidad le sirva igualmente a sus propósitos: sus propios dibujos del natural, la literatura, el cine, la televisión, la fotografía, "el efecto de la atmósfera y la luz sobre un objeto", un "objeto natural cuya forma, color, o textura sugiere un tema, como un fósil, hueso, árbol, nube, cueva, concha o flor", o un concepto abstracto…Una vez el tema se presenta a sí mismo, el artista "desarrolla un vocabulario simbólico para expresar la idea". El acto mismo de pintar, de cualquier manera, frecuentemente ocurre en un nivel inconsciente o subconsciente. "El proceso creativo de asociación es para mí espontáneo y misterioso" . Todo ello se enmarca en su formidable habilidad técnica y en el control exhaustivo los materiales utilizados. [...]
Ganfornina nos habla de pintura de base y pintura superior. Una amplia variedad de técnicas son empleadas en la pintura de base, que "admite enormes posibilidades y la exploración de varios medios, materiales y técnicas como brochas, esponjas, trapos, rodillos, esgrafiado, decapage y decalcomanía".
Para los fondos Ganfornina usa temple al huevo o caseína y acrílicos o alquídicos que son de rápido secado. La pintura superior consiste en la aplicación de capas muy delgadas de pintura transparente o semitransparente al óleo diluida. Cada capa debe secar a fondo antes de aplicar la siguiente, un proceso concienzudo que consume tiempo, ya que el óleo seca lentamente. No obstante, son estas delgadas capas las que "dan a la pintura su aspecto enigmático y detallado".
La pintura se aplica de tal manera que la obra acabada presenta una superficie lisa y meticulosa. A menudo, haciendo uso de un pincel ralo, las pinceladas son tan finas que tienen un efecto casi de realismo fotográfico. El color produce una sensación de luminosidad electrizante. Ganfornina armoniza colores con el esmero propio con que un músico trabaja los acordes, generándose una exquisita modulación de matices.
Inquietantes efectos han sido también obtenidos a través de la iluminación. Sutílmente apagado o severamente dramático, marcadamente enfocado o suavemente difuso, el concepto modula la sensibilidad. Algunas veces la luz emana de fuentes inusuales o de ángulos imposibles, en otros momentos los objetos parecen brillar desde dentro.
En José Ganfornina encontramos a un artista poco común que combina un amplio conocimiento del mundo, pasado y presente, con la habilidad de articular su capacidad creativa a través de excitantes, intachables términos visuales. Es una visión bifurcada que muestra, por una parte, el horror ecológico que nos invade resultado de la destrucción de la naturaleza en nuestra moderna sociedad, y por otra, nos presenta una miríada de posibilidades imaginativas, aunando belleza y esperanza sin igual.
Bárbara King
C.F.M. Gallery, Nueva York, 1993.