JOSÉ GANFORNINA O EL REALISMO FANTÁSTICO
Realismo mágico, Romanticismo visionario, Realismo profético, Superrealismo heterodoxo, Surrealismo..., todos estos términos han sido empleados como aproximaciones, definiciones o incluso negaciones de la obra de José Ganfornina. Se ha llegado a decir - a escribir - que ambos, el pintor y la obra, escapan de influencias pictóricas específicas, y se sitúan fuera del tiempo en el que les a tocado vivir.
Sea esta última y tajante aseveración cierta o no, lo que sí parece evidente es que es francamente difícil definir con pocas palabras la obra y el estilo de José Ganfornina; se resisten a ser encerrados en un corsé, por artístico que sea, a ser clasificados. Esto es así porque, posiblemente, lo personal se impone sobre lo genérico. La tiranía de un estilo al uso, definido, no tiene cabida en la paleta de Ganfornina, entre sus óleos y pinceles. Muy al contrario, este se esfuerza en configurar con firmeza un estilo propio, diferente, académicamente rebelde, y complejo y rico en matices a la hora de encasillarlo.
Ahora bien, lo que está claro es que Ganfornina y su obra no pasan, allá donde van, desapercibidos. Aquí y allá despiertan emociones, enfrentan opiniones y arrancan comentarios. Buena prueba de ello es el rosario de exposiciones que ha venido celebrando en España o fuera de ella. Recientemente, su obra se ha mostrado públicamente allende los mares, en el centro neurálgico artístico del Nuevo Continente, llevando la luminosidad de su lugar de origen a la capital neoyorquina.
En esta exposición sobre Patrimonio Geológico, gestada tras su periplo americano, el artista se ha centrado en la interpretación fantástica de algunos lugares particularmente representativos de la naturaleza geológica de la península ibérica. En clave onírica, los paisajes recreados por Ganfornina mantienen la suficiente conexión con la realidad física actual para poder identificarlos sin problemas, pero a la vez, ofrecen elementos simbólicos añadidos que posibilitan la explicación de su génesis, en unas ocasiones; en otras, juegan visualmente con sus denominaciones u ofrecen metáforas relacionadas con sus particulares parecidos morfológicos.
En todos y cada uno de los casos es difícil encontrar una síntesis más perfecta entre lo mineral, lo animal y lo vegetal. Sólo el hombre está ausente de su obra, con algunas excepciones que confirman la regla: su mano se esconde tras la Catedral de Piedra Salmantina, o tras la Presa de los Caballeros, disimulada en la Cueva del Gato.
Con una intersección que raya el preciosismo entre el lenguaje de lo simbólico y lo estético, entre la técnica más depurada y la investigación de nuevas formas de expresión, la obra de Ganfornina se abre camino entre la representación del espacio y el tiempo, con un pasado de reminiscencias naturalistas y mitológicas, y un presente y un futuro que dejan entrever ciertos visos de fatalismo, por otra parte no sin una dosis de razón.
El perfeccionismo de los elementos naturales deja claro que su principal modo de inspiración es la observación detallada de la Naturaleza, actividad fácil para Ganfornina, por su permanente contacto con la misma a lo largo y ancho de las geografías donde ha vivido. La mitología clásica, el estudio de las más variadas tendencias artísticas y de las filosofías orientales son otras fuentes de alimentación de los elementos que surcan sus obras. La exquisita atención al detalle, la presencia de imágenes sorprendentes e inesperadas, los juegos y metáforas visuales son lugares comunes en las pinturas de José Ganfornina.
Llegados a este punto, si necesariamente tuviera que posicionar artísticamente el estilo de Ganfornina, lo colocaría a mitad de camino entre ninguna parte y un lugar equidistante de la literatura fantástica de García Márquez, de la desbordante imaginación de Lovecraft, la frescura y el colorido de la prosa pictórica de Laura Esquivel y el dramatismo de algunas de las obras de Auguste Biard, pintor romántico francés del siglo XIX.
En cualquier caso, lo que es seguro es que un universo misterioso, personal e inagotable alimenta los cuadros de José Ganfornina, y que su gran capacidad artística genera nexos de unión, autopistas alegóricas, entre los diferentes elementos explicativos de cada obra, llevándonos de la mano a mundos paralelos que, como no podría ser menos, a buen seguro están en este.
Juan José Durán Valsero