DOMINGO, OCTUBRE 29, 2006
De vez en cuando compro alguna revista o libro de arte para regalarme la vista y a la vez procurar un alivio a mis ojos fatigados de ver tantas imágenes agresivas, violentas y negativas de la vida diaria (atracos, agresiones, violaciones, asesinatos, atentados, guerras varias, accidentes, películas, tertulias televisivas degradantes, etcétera), que genera esta sociedad decadente e inculta en donde la mediocridad y la vulgaridad han establecido sus reales con tanto arraigo que sólo Dios sabe cuando las podremos desterrar para beneficio de los ciudadanos adultos y menos adultos, que componemos la masa social de este país.
Hojeando una de estas revistas, atrasada, han ido mis ojos a posarse sobre la reproducción de unos cuadros de José Ganfornina (Málaga, 1955) que el crítico de arte (no lleva firma) ha descrito así: "José Ganfornina parece ofrecernos en su obra la intuición del fin del mundo. Sin que pueda hablarse en ella de realismo mágico; o de superrealismo heterodoxo, tal vez le encaje mejor la definición acuñada por el crítico José Infante en el catálogo de una de sus exposiciones: realismo profético. Pero hay en sus cuadros elementos mitológicos y simbólicos a veces demasiado complejos para salvarlos con una simple frase. Hay un mundo onírico muy personal en su obra, de gran belleza, en la que no cabe hablar de influencias específicas. Ganfornina es un pintor del que podríamos decir, como también de algunos de sus cuadros, que está fuera del tiempo". Totalmente de acuerdo.
Contemplando las reproducciones que nos ofrece la revista, vuelvo a recordar lo que siempre se ha dicho de los grandes artistas: Muy pocos, en el transcurso de su vida, han podido tener la satisfacción de ver su obra reconocida y valorada como lo ha sido años después de su muerte. Misterios que sólo conocen los mercaderes, insensibles almaceneros de obras de arte y únicamente interesados en promocionar como valiosa cualquier obra olvidada pensando sólo en el beneficio que van a obtener cuando los vendan.
Contemplar la pintura de Ganfornina, es sumergirse en un mundo irreal, onírico, bello, turbador, que transmite emoción al espíritu sensible; es una concepción original de un mundo, de su mundo, irreal, o puede que real con el paso del tiempo; es excitar la imaginación deseando ser parte integrante de su obra, vivir realmente la grandiosidad del espectáculo que nos muestra; es, en fin, soñar, que es lo que todos necesitamos para sobrellevar la vulgar mediocridad cotidiana.
Salud y larga vida don José
Juan Ortega